Antes de comenzar a leer La lección de August

August es un niño muy distinto a los demás físicamente, lo que podemos corroborar en el dibujo de su portada, es decir: un chico con facciones desproporcionadas. Su rostro no es común, lo que lo hace diferenciarse del resto, pero ¿estas características distintivas serán algo para sentirse orgulloso o avergonzado?
Ahora bien, su mirada ante la vida no mejora mucho, camina observando el suelo y tapando su cara. Solo quiere escapar de aquellas voces y ojos que juzgan y desprecian, fijándose y hablando, recurrentemente, de aquello que él no quiere que el mundo conozca. Por consiguiente, se esconde en su casa y se rodea principalmente de su familia y su mascota llamada Daysy.
No obstante, su monotonía está a punto de acabar; irá por primera vez al colegio. Este acontecimiento cambiará por completo su vida y le permitirá aprender una gran lección, esto es: aceptarse tal cual es y ver la vida con optimismo y esperanza.
Lo que más llama mi atención como lectora, es que August personifica el derecho a ser diferente. La perfección no existe y, a partir de lo expuesto anteriormente, él es un ser imperfecto que no se quiere debido a las descalificaciones que, aun siendo solo miradas, son bastante fuertes para que un niño no desee relacionarse con nadie más que con su núcleo familiar. Mi primera hipótesis es esta: August no será el único que aprenderá una lección, sino que también seremos nosotros quienes comprenderemos, a través de su narración, los valores de la tolerancia y el amor propio.

Por María José Torres Inostroza.
Comentarios
Publicar un comentario